“Mirar por los infelices y no desampararlos, olvidemos esa maldita costumbre, que los engrandecimientos nacen de la cuna.”
Estas palabras sintetizan el espíritu de José Gervasio Artigas, nacido el 19 de junio de 1764 en Montevideo. Proveniente de una familia aragonesa asentada en el Río de la Plata desde principios del siglo XVIII, el prócer oriental encarnó el ideal de una patria federal, justa e inclusiva.
Educado por los franciscanos, Artigas absorbió las doctrinas revolucionarias de autores como Thomas Paine y Jean-Jacques Rousseau, y desde muy joven se volcó a las tareas rurales, conviviendo con gauchos e indígenas, lo que forjó su vínculo con el pueblo profundo y su comprensión del territorio.
Su pensamiento político cristalizó en las Instrucciones del Año XIII, documento fundacional del federalismo rioplatense, en el que proponía una confederación de provincias con capital fuera de Buenos Aires, postura que lo enfrentó al poder centralista porteño y lo convirtió en blanco de persecución: se ofrecieron seis mil pesos fuertes por su cabeza, vivo o muerto.
Entre sus gestas, se destacan la Batalla de Las Piedras (1811), la victoria sobre los realistas del virrey Elío, y el histórico Éxodo del Pueblo Oriental o “La Redota”, en el que más de 10.000 personas lo siguieron hacia el Ayuí, en lo que hoy es Concordia, marcando el primer relevamiento poblacional de la región.
A contramano de las élites, Artigas propuso repartir tierras entre los más pobres, con la condición de formar familia y arraigo productivo. Así, no sólo garantizaba subsistencia, sino también soberanía territorial en las fronteras ante la amenaza portuguesa.
En junio de 1815, en el Congreso de los Pueblos Libres celebrado en Arroyo de la China (actual Concepción del Uruguay), se proclamó la independencia de España y de toda dominación extranjera, antecediendo al Congreso de Tucumán en más de un año. Por esta razón, ni Entre Ríos, ni Santa Fe, ni la Banda Oriental enviaron representantes a Tucumán en 1816.
Artigas rechazaba la esclavitud: un ejemplo claro fue la compra del “Negro Ansina”, un esclavo al que liberó y quien lo acompañaría fielmente hasta el final de sus días. Exiliado durante treinta años en Paraguay, vivió bajo la protección del presidente Carlos López, quien le brindó vivienda, pensión y cuidados hasta su muerte, el 23 de septiembre de 1850 en Ibiray.
Sus restos fueron repatriados en 1855 y hoy descansan en el mausoleo que honra su memoria en Montevideo. Su figura resume los ideales de libertad, integración regional, soberanía popular y respeto por la tradición criolla. Es, sin lugar a dudas, el Padre de la Patria Oriental y un referente ineludible de la historia sudamericana.
(*) El autor junto al busto erigido a José Gervasio Artigas en Puebla de Albortón, España
