El caso de Céspedes expone una tensión frecuente en las instituciones educativas: cuando la empatía docente choca con la rigidez de los protocolos. Según trascendió, el conflicto se originó luego de que el docente intentara brindar acompañamiento a una alumna que estaría atravesando una situación de maltrato y violencia infantil. “Por querer hacer un acto de bien me involucré demás en algo que no me tenía que involucrar”, expresó el docente en un audio difundido en redes. “No seguí los protocolos que tenía que seguir, me la quise mandar solo como acto de bien sin más, y ahí está.”
Tras el episodio, el profesor fue separado de su cargo. Según informaron desde la institución, el motivo obedecía a “cuestiones administrativas”, vinculadas a la falta de presentación de su título docente. Sin embargo, los padres no tardaron en expresar su desacuerdo y sacar un notificado que divulgaron por los medios y las redes sociales días atrás:
“Los padres de alumnas del Colegio Mitre queremos expresar nuestra profunda preocupación y desacuerdo ante la reciente decisión de apartar de su cargo al profesor de música Alan Céspedes, quien durante años se ha destacado por su calidad humana, su compromiso con la educación y su coherencia con los valores cristianos.”
El silencio de las instituciones y la respuesta social
El malestar se trasladó rápidamente a las familias. Durante las últimas horas del martes, comenzó a circular un flyer que convocaba a una marcha frente al colegio bajo el lema “No a la corrupción y al despido”. Sin embargo, el encuentro, previsto para este miércoles a las 9:00 de la mañana, tuvo escasa convocatoria. Las razones fueron varias: el horario laboral de muchos padres, el temor a exponerse públicamente o, como mencionaron algunos, el “miedo a las represalias”.
Quienes sí asistieron reiteraron la falta de claridad y la contradicción en los argumentos del despido: “Se nos dijo que era una cuestión administrativa, que no había presentado el título en término, pero todos sabemos que no fue por eso. Lo que molesta es que actuó por empatía, y en lugar de apoyarlo, lo sancionaron”, expresaron algunas de las familias presentes.
Los rumores y la aclaración oficial
En el medio de la confusión, los rumores no tardaron en aparecer. Entre los comentarios que circularon en redes y grupos de WhatsApp se mencionaba que el docente también habría sido despedido del Colegio Capuchinos, ya que existía un convenio laboral que algunos cuestionaban de “dudoso o arreglado”. En exclusiva para 7Páginas y Concordia24, se consultó directamente al apoderado legal de dicha institución, el Señor Licenciado Andrés Moulins, quien explicó y aclaró el suceso:
“El profesor Céspedes fue despedido por decisión unilateral del Colegio Mitre. Su cargo docente, por disposición del Consejo Gral. de Educación, como sucede en varias escuelas privadas de la ciudad, es compartido con nosotros, es decir que completa su carga horaria en las instalaciones de Capuchinos. Él sigue trabajando en nuestra institución en las horas contratadas directamente por nosotros. No tenemos nada que ver con la decisión del Mitre, ya que dicho colegio es quien figura como su empleador: ellos lo contrataron, aprueban sus licencias, emiten la documentación pertinente y, en este caso, toman la decisión de PRESCINDIR DE SUS SERVICIOS.”
Un despido que deja heridas abiertas
En paralelo, Céspedes confirmó a varios medios que, junto a su abogado, evalúa iniciar acciones legales por daños y perjuicio, Reconoce que la solidaridad de la gente hace que su nombre no sea vinculado a acciones que no hizo, pero, aun así, considera que la situación afectó su reputación profesional. Según trascendió, contaría con la asesoría de dos abogados que lo acompañan en la revisión del caso.
En declaraciones previas a otros medios y colegas, el docente señaló:
“El conflicto surgió cuando a la familia de la alumna no le gustó que ella hablara y me contara tantas cosas. En una ocasión de mucha angustia, me escribió a través de Instagram para contarme una situación y yo le respondí desde la preocupación humana. No existe nada inapropiado ni fuera de lugar y yo ofrecí mi teléfono y mis redes para cualquier peritaje que se necesite realizar. Pese a mi predisposición, el colegio me dijo que por ese accionar la familia podía hacer una denuncia y que no podían tenerme ni un minuto más en el colegio.”
Entre el silencio y la empatía
El caso pone sobre la mesa una discusión más profunda: el límite entre la norma y la humanidad dentro de las instituciones educativas. ¿Hasta qué punto un acto de empatía puede ser sancionado? ¿Qué lugar ocupa el compromiso afectivo cuando las estructuras responden más rápido al miedo que a la contención?
Mientras la comunidad espera respuestas y las familias siguen pensando en acciones para hacer justicia a la situación, la historia del “profe Alan” resuena en los pasillos y en las redes como un eco que interpela: en un sistema donde todo parece medirse por protocolo, ¿quién cuida a quienes cuidan?
Por Ana Laura Bidegain