Ordenanza en una escuela
Según se informó desde la Jefatura Departamental Concordia de la Policía, los efectivos de la comisaría segunda cumplieron con la orden judicial de allanamiento, luego de que un hombre denunciara que le habían llevado la garrafa y la computadora de su vivienda ubicada en calles Saavedra y Diamante.
El procedimiento tuvo lugar en un domicilio en inmediaciones de calles Saavedra y Ramírez. Mientras revisaban la casa en busca de los elementos mencionados, los policías encontraron el ladrillo de cocaína.
Se dio intervención al personal de Drogas Peligrosas, que al abrir el nailon amarillo encontró el sello de un delfín. El pesaje arrojó que se trataba de 1,200 kilogramos de cocaína.
El ladrillo estaba dentro de una caja metálica, junto a anotaciones y elementos de corte. Un hombre de 38 años, quien trabaja de ordenanza de una escuela, fue detenido inmediatamente. La causa podría pasar a la Justicia Federal, para profundizar la investigación, ya que el detenido podría tratarse de una persona que resguardaba el material, no el dueño, y además está claro que no se trata de narcomenudeo, sino de una escala mayor del narcotráfico.
Alarmas
El hallazgo encendió todas las alarmas. No solo por la calidad del estupefaciente incautado, sino por la manera en que fue encontrado: sin una investigación previa ni seguimiento, lo que obliga a preguntarse cuántos “delfines” más pueden estar circulando hoy en las calles de Concordia.
El sello narco que marca territorio
El símbolo del delfín es más que un dibujo: en el código narco, es una garantía de calidad. La droga hallada en Concordia —más de un kilo— estaba envuelta en amarillo, color que indica alta pureza (más del 90%), característica de la cocaína producida en el VRAEM (Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro) en Perú, una de las zonas más inaccesibles y peligrosas del continente, donde operan mafias internacionales y remanentes de grupos terroristas como Sendero Luminoso.
Ese sello identifica a la organización de Castedo, narcotraficante salteño actualmente preso, pero cuya red criminal continúa activa y extendiéndose, según advierten fuentes especializadas.
¿Y la lucha contra el narcotráfico?
El episodio genera una fuerte interpelación a las fuerzas de seguridad con asiento en Concordia. A pesar de la presencia de cuatro fuerzas federales (GNA, PFA, PSA y Prefectura) y de la Justicia Federal, la ciudad, si bien todos los días se realizan procedimientos por narcomenudeo, paralelamente parece estar cada vez más penetrada por redes narco que operan con niveles de sofisticación preocupantes, dejando la sensación que solo están encerrando soldaditos, mientras los narcos siguen operando.
Barrios tomados por la droga, enfrentamientos por territorio, jóvenes atrapados en el consumo y kioscos de venta que se desmantelan a diario son solo la punta del iceberg. Este caso, surgido por azar, expone la falta de un plan estratégico que aborde con seriedad y profesionalismo el fenómeno creciente del narcotráfico.
Concordia, ¿camino a Rosario?
Para muchos, lo que está ocurriendo en Concordia remite a los primeros síntomas del desastre que hoy atraviesa Rosario: silencioso avance de las bandas, falta de control territorial, y una estructura delictiva que se robustece ante la falta de respuestas eficaces.
La situación es tan alarmante como clara: el “delfín” no llegó por casualidad. El narco de alto vuelo ya está operando en Concordia, y el hallazgo de este martes no debe ser minimizado. Por el contrario, debe ser el punto de partida para una revisión profunda de los métodos, prioridades y decisiones en materia de seguridad y justicia.
¿Será Concordia capaz de reaccionar a tiempo o se convertirá en otro eslabón más de un mapa narco que avanza sin freno?